"No existe ninguna fórmula ni método secreto. Se aprende a base de amar: prestando atención, y haciendo lo que se descubre que hay que hacer"
Aldous Huxley

lunes, 30 de agosto de 2010

"Lo pequeño es hermoso"

E.F. Schumacher


Hace seis meses, dejé de dedicarle tiempo al blog y a muchas otras cosas, desde ese momento, la mayoría de los post son textos que me interesan o músicas que me gustan pero ya no tengo tiempo de elaborar nada. Después de nueve horas de un trabajo agotador me queda poca energía.


El siguiente texto de E.F. Schumacher expresa algo de lo que muchos sentimos:


“¿Cómo se debe preparar a los jóvenes para el mundo laboral del futuro?. La respuesta debería ser: “Es necesario enseñarles a distinguir un buen trabajo de uno malo y alentarlos a no aceptar los malos”. Es decir que los deberíamos alentar a rechazar los trabajos carentes de significado, aburridos, estupidizantes o enervantes en los que el individuo es siervo de una máquina o de un sistema. Se les debería enseñar que el trabajo es la alegría de la vida, que es necesario para el propio desarrollo y que un trabajo carente de sentido es una abominación.”…


…“El mundo moderno pone mucho cuidado para que el cuerpo del trabajador esté protegido de daños por accidentes. Si sufre daños, el trabajador puede reclamar una compensación. Pero, ¿su alma y su espíritu?. Si el trabajo lo daña, porque lo reduce a la condición de un robot, mala suerte. En esto se ve con claridad la importancia de la metafísica. La metafísica materialista, o la metafísica de la evolución insensata, solo atribuye realidad al cuerpo físico, ¿por qué ocuparse entonces de la seguridad o la salud de algo tan nebuloso e irreal como el alma o el espíritu?. Reconocemos y comprendemos la necesidad del desarrollo del cuerpo de una persona, pero ¿reconocemos la necesidad del desarrollo de su alma o su espíritu?...”.


…Ananda Commarasawamy decía: “el artista no es un tipo especial de hombre, todo hombre es un tipo especial de artista”

Esta es la metafísica del buen trabajo.


¿Cómo sería entonces una educación para el buen trabajo? …Podría comenzar con un estudio sistemático de la sabiduría tradicional, en la que se pueden encontrar respuestas a preguntas tales como: ¿qué es el hombre?, ¿de dónde viene?, ¿cuál es el propósito de su vida? Se verá entonces que existe una meta y también un sendero que conduce a ella, en realidad, muchos senderos. La meta puede describirse como la perfección, el reino, la salvación, el nirvana, la liberación, o la iluminación. ¿Y el sendero que lleva a la meta? El buen trabajo...

No entierres tus talentos ni permitas que otros los entierren...Resumiendo, la vida es una especie de escuela, lo único que cuenta es el buen trabajo, el trabajo que ennoblece el producto y ennoblece al que lo produce."


…“En la realización de un buen trabajo, el ego del trabajador desaparece. El individuo se libera de su ego y entonces el elemento divino que hay en él puede tornarse activo”.


“Quizás la educación debería ocuparse de crear un mundo laboral diferente del que tenemos hoy en día.

Esto en realidad es mi más sincera esperanza…La necesidad más urgente, es en la actualidad, realizar un esfuerzo supremo por poner luz a nuestras convicciones más profundas, las que se relacionan con las preguntas: ¿qué es el hombre?, ¿de dónde viene?, ¿cuál es el propósito de su vida?”.


E.F. Schumacher.(1911-1977)


domingo, 22 de agosto de 2010

Ser humano: poético y prosaico


Uno de los más inspirados poetas alemanes, Friedrich Höderlin (1770-1843), dijo lo siguiente: «El ser humano habita poéticamente la Tierra». Este pensamiento lo completó luego un pensador francés, Edgar Morin: «El ser humano habita también prosaicamente la Tierra». Poesía y prosa además de ser géneros literarios, expresan dos modos existenciales de ser.

La poesía supone la creación que hace que la persona se sienta tomada por una fuerza mayor que le trae conexiones inusitadas, iluminaciones nuevas, rumbos nuevos. Bajo la fuerza de la creación la persona canta, sale de la rutina y asume caminos diferentes. Surge entonces el chamán que se esconde en cada persona, esa disposición que nos hace sintonizar con las energías del universo, que capta el pulsar del corazón del otro, de la naturaleza y de Dios mismo. Por esta capacidad se descubren nuevos sentidos de lo real.

«Habitar poéticamente la Tierra» significa sentirla como algo vivo, evocativo, grandioso y mágico. La Tierra es paisajes, colores, olores, fascinación y misterio. ¿Cómo no extasiarse ante la majestad de la selva amazónica, con sus árboles cual manos tendidas hacia lo alto, con la maraña de sus lianas y enredaderas, con los sutiles matices de sus verdes, rojos y amarillos, con los trinos de las aves y la profusión de sus frutos? ¿Cómo no quedarse boquiabierto ante la inmensidad de las aguas que penetran lentamente en la espesura y descienden mansamente hasta el océano? ¿Cómo no sentirse lleno de temor reverencial al caminar horas y horas por la selva virgen, como varias veces me tocó hacerlo con Chico Mendes? ¿Cómo no sentirse pequeño, perdido, un bichito insignificante ante su incalculable biodiversidad?

Habitamos poéticamente el mundo cuando sentimos en la piel el frescor suave de la mañana, cuando padecemos bajo la canícula del sol de mediodía, cuando nos serenamos al atardecer, cuando nos invade el misterio de la oscuridad de la noche. Nos estremecemos, vibramos, nos llenamos de ternura y nos extasiamos ante la Tierra en su inagotable vitalidad, y al encontrarnos con la persona amada. Entonces vivimos el modo de ser poético.
Lamentablemente son ciegos y sordos y víctimas de la lobotomía del paradigma positivista moderno quienes ven la Tierra simplemente como un laboratorio de elementos físico-químicos, como un conglomerado inconexo de cosas yuxtapuestas. No, ella está viva, es Madre y Pachamama.

También habitamos la Tierra prosaicamente. La prosa recoge la cotidianidad y el día a día gris, hecho de tensiones familiares y sociales, como los horarios y los deberes profesionales, con discretas alegrías y tristezas disimuladas. Pero lo prosaico también esconde valores inestimables. Se descubren tras una larga estancia en un hospital, o cuando regresamos presurosos después de pasar penosos meses fuera de casa. Nada más suave que el sereno transcurrir de los horarios y de los quehaceres domésticos y profesionales. Nos da la sensación de una navegación tranquila por el mar de la vida.

Poesía y prosa conviven y se alternan de tiempo en tiempo. Tenemos que velar por lo poético y lo prosaico de nuestras vidas, pues ambos se complementan y ambos están amenazados de banalización.

La cultura de masas ha desnaturalizado lo poético. El ocio, que sería el momento de ruptura de lo prosaico, ha sido aprisionado por la cultura del entretenimiento que incita al exceso, al consumo de alcohol, de drogas y de sexo. Es una vivencia poética, pero domesticada, sin éxtasis; un disfrute sin encantamiento.

Lo prosaico ha sido trasformado en simple lucha darviniana por la supervivencia, extenuando a las personas con trabajos monótonos, sin esperanza de gozar del merecido ocio. Y cuando éste llega, resultan rehenes de quienes han pensado todo por ellas, organizan sus viajes y les fabrican experiencias inolvidables. Y lo consiguen. Pero como todo es artificialmente inducido, el efecto final es un doloroso vacío existencial. Y entonces les dan antidepresivos.
Saber vivir con levedad lo prosaico y con entusiasmo lo poético es indicativo de una vida plenamente humana.

Leonardo Boff
(La columna semanal de Leonardo Boff)

miércoles, 11 de agosto de 2010

El morir


“Suavemente, mi querida, suavemente, aun cuando se trate de morir. Nada pesado, siniestro ni enfático. Nada de retórica, trémolos, ni personajes tímidos que representen su célebre imitación de Cristo o Goethe. Y, por supuesto, nada de teología ni metafísica. Sólo el simple hecho de morir y el hecho de la luz clara.”

Aldous Huxley.


Cuando la muerte toca la puerta de alguien que conocés o ronda a un ser querido, las dos cosas en un corto lapso de tiempo, tomás conciencia nuevamente, de que está a la vuelta de la esquina, todos los días de la vida.

Frente a ella muchas cosa pierden su importancia, pienso en mi “viejo” y sus preocupaciones y cómo explicarle, que sería tan hermoso que se fuera tranquilo y liviano, que ya está, que ya hizo todo y más, mucho más… pero es muy delicado el tema.

Una vida de tanto esfuerzo, tanta lucha, que dio sus frutos con creces, pero que ahora que está llegando a su fin se sigue tomando de la misma manera.

Me quedo a su lado escuchándolo, mientras habla de sus temores, y de su cansancio de cargar con su corazón y sus huesos tan maltrechos.

Sé lo importante que es para él que esté allí solamente escuchándolo y comprendiéndolo, aunque me gustaría hablar de prepararse, me consuela que quizás no haga falta.

Es agradable estar juntos … Al otro día ya está mejor…por un tiempo, le vuelve la alegría y la vitalidad, nos reímos otra vez y vivimos el momento, que es lo único que tenemos.

Nadie nos enseña a tomar a la muerte como parte natural de la vida, no está en nuestra cultura celebrar la partida de alguien, verlo como un proceso, como parte de un camino que continua en otro lugar, sin confusión.

Solo algunos tomamos la resolución de hacerla parte de nuestra indagación y nuestro sentir, para la mayoría sobre todo nuestros mayores, es motivo de tanto sufrimiento, o de algo de lo que mejor no hablar.


Stephen y Ondrea Levine.


Una y otra vez vuelvo al budismo, Stephen Levine a quien admiro profundamente, que ha acompañado a tanta gente en su tramo final de vida dice que no hay nada que ocultar ni suprimir, lo importante es abrirnos de instante en instante al próximo momento sin aferrarnos a nada, tomar contacto con ese espacio de amplitud primordial donde todo transcurre,… pero no es acaso eso lo que tratamos de hacer todos los días o sea que una manera de prepararse para bien morir es vivir … desde la mente espaciosa y el corazón abierto … aunque a veces se nos haga tan difícil.


"Todos estamos en proceso de despertar, renaciendo para poder morir a cada momento, superando nuestros miedos, nuestro aislamiento. La ilusión de la separatividad muere y deja al descubierto lo imperecedero de nuestra naturaleza fundamental".

Stephen Levine