"No existe ninguna fórmula ni método secreto. Se aprende a base de amar: prestando atención, y haciendo lo que se descubre que hay que hacer"
Aldous Huxley

jueves, 3 de septiembre de 2009

Krishnamurti


Hace más de veinte años que conozco al sabio indio Jidhu Krishnamurti (1895-1986) y si bien ha habido largos períodos en que he dejado de leerlo su tremenda lucidez sin adorno alguno, desnuda y brutal muchas veces, tiene el poder de la renovación total.
Transmite de manera conmovedora toda una vida de libertad interna. Más allá de las épocas y las modas, los gustos y disgustos personales, sin ansias ni temores, su palabra llega a nosotros
con una fuerza arrolladora como una destructora bendición.

En junio de 1961 Krishnamurti comenzó a llevar un registro diario de sus percepciones y estados de conciencia, prosiguió con sus anotaciones a lo largo de siete meses. Comienzan y terminan abruptamente. Nunca llevó un diario así antes y nunca más, fiel a sí mismo, volvió a realizarlo. En esas páginas se encuentra la esencia de su enseñanza, siempre nueva pero sin embargo inmutable, surgiendo de su fuente natural.


“En medio de la luz crepuscular y de los cerros que se tornaban más azules y del rojo cada vez más vivo de la tierra, “lo otro” advino silenciosamente acompañado de una bendición. Ello es maravillosamente nuevo cada vez, y sin embargo es lo mismo. Era inmenso en su fuerza, la fuerza de la destrucción y la vulnerabilidad. Llegó con tanta plenitud, y en un instante había desaparecido; fue un instante más allá de todo tiempo. El día había sido agotador pero el cerebro se hallaba extrañamente alerta, viendo sin el observador; viendo no con la experiencia sino desde el vacío”.

“Sólo al despertar temprano en la mañana siguiente uno tuvo conciencia del previo esplendor de ese atardecer y del amor que pasó junto a uno. La conciencia no puede contener la inmensidad de la inocencia; puede recibirla, pero no perseguirla ni cultivarla. La conciencia toda debe estar quieta, sin desear, sin buscar y sin perseguir en modo alguno. Sólo cuando hay quietud en la totalidad de la conciencia, puede surgir eso que no tiene principio ni fin”.

“La virtud, pues, no consiste en el hábito mejor, en la mejor conducta; la virtud carece de patrón, no está limitada; no tiene sello de respetabilidad; no es un ideal que pueda ser perseguido, materializado por el tiempo. La virtud es, por eso, algo peligroso para la sociedad, no una cosa dócil y sumisa. Amar implica, pues, destrucción, una revolución no económica o social, sino una revolución de la totalidad de la conciencia.”


Ultima caminata, playa Adyar, Madrás.
10 de enero de 1986.


2 comentarios:

  1. La verdad es que comparto con totalidad y júbilo lo que exponés respecto a Krishnamurti, yo hace relativamente poco que me dejé llevar por sus palabras y la verdad que lo encuentro tan espontáneamente puro, tan radicalmente honesto y "limpio" que me resulta conmovedor.

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  2. Gracias Ale, compartimos totalmente el sentimiento hacia Krishnamurti, los textos están sacados de un libro muy especial.Vos sos muy joven y Krishnaji es muy radical, desde mi experiencia hay que ir encontrando el justo medio, como en todo en la vida. Un abrazo y nos seguimos encontrando.

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